miércoles, enero 27, 2010

Añádase Aquí La Versión Que Se Quiera

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Me la regaló Marta, una provincianita a quien seduje con mi aplomo y mis modales de limeño. Estaba hecha de un retazo de seda rosa, oriundo quizá de algún vestido en receso, y sobre ella la donante había bordado, con puntadas gordas e ingenuas, multitud de florecillas azules, que no puedo recordar si eran miosotis. Me la envió encerrada en una caja de jabón de Windsor, que olía muy bien. Yo por aquel tiempo era un pobrete que se comía los codos y andaba de Ceca en Meca, galopando tras de un empleo en alguna oficina del estado. Ser amanuense era entonces mi mayor ambición. Cincuenta soles de sueldo eran para mí inestimable tesoro, que sólo muy escasos mortales podían poseer. ¡Oh, cincuenta soles de sueldo! ¡Con esa suma asegurada hubiera yo doblado el cabo de la felicidad!...
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...............[Añádase aquí la versión que se quiera]
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... Más feliz hubiera sido con mi arequipeñita. ¡Oh, esa que me quería arrancado y por mí mismo! Con ella y mis cincuenta soles hubiera vivido ignorado, sin ambiciones que me consumen, ni desengaños que me torturan. ¿Qué habrá sido de ella? A veces, cuando estoy muy triste, saco del fondo de mi gaveta la corbata que me regaló, y me enternezco recordando a Marta y aspirando el olor ya desvanecido del jabón de Windsor. Decididamente, la verdadera dicha debe de oler a jabón de Windsor.
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**** Con las gracias a Manuel Beingolea (Lima, 1881- 1953), por la posibilidad de meter -también yo- toda la felicidad en una caja. ****
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