viernes, noviembre 23, 2007

Álgebra > Aritmética = Sin Duda


A las pruebas me remito:

Aritmética (Alfonso Reyes, n. 1932)
.
Dos palomas sólo tienen,
Sumadas, dos corazones.
Dos manzanas y dos peras
Son dos pares y dos nones,
Y diez ojos sólo son
Cinco puras emociones.
El hormiguero es la ringla
De tantas permutaciones,
Y unas tenacillas solas
Sirven para mil terrones.
Tú te igualas al reló
En los enigmas que pones:
Cada día te me arreglas,
Cada mes te descompones.
Conque no quiero sacar
La cuenta de mis pasiones,
En cada pestaña tuya
Las ahorcas a montones,
Como en el renglón final
Se anudan veinte reglones.
.
......Álgebra (Carlos Barrientos, n. 1961)
.
......De variables estás hecha,
......Potenciada a un factor,
......Tus cuadrados y tus rectas
......Me confunden un montón.
......De cálculo mas bien tienes
......Cúbica exponenciación:
......Eres cuadrática y yerta,
......Con más de una solución.
......Tus orejas son corchetes
......De cálculos y razones,
......Factorización breve
......De guarismos polizones.
......Eres equis tal que equis
......Punto y raya ignota,
......Asterisco inigualado
......Más que de i de una jota.
......La raíz sacarte quiero
......Así que expongo mi factor,
......¡Deja pues, la matemática
......Ven y hazme ya el favor!
.
Quod erat demostrandum.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El talento -si podemos llamar así a la innata aptitud para la perífrasis y el dilatado circunloquio- no radica en la forma en que se dice o en el algoritmo que uno emplee para decirlo, sino en el trasfondo de lo que se precisa rescatar, cual dorado doblón perdido entre las arenas del mar Caribe.

'Algebra', cuartilla precoz que los escasos nueve años del autor permitieron cometer, no fue más que la infantil expresión -vocativa, autóctona, salvaje y bastante calentona- de lo que quería decir en vivo y en directo a su profesora de Matemáticas de tercer año de primaria -llamémosla Srta. D.- cuyas piernas (minifalderas, torneadas, magníficas, perfectamente doradas y otros cincuenta adjetivos más) hacían suspirar a todos los parvularios y chinchanos pechitos.

Se cuenta que el autor soñó una vez que la Srta. D. le invitaba a quedarse en su casa y, cual protagonista del chiste de Jaimito, acababa en el lecho junto a ella (oxímoron: a los nueve años no hay modo en que uno pueda 'acabar') desempeñando los roles de La Profesora y del propio Jaimito, anhelando llegar a las líneas en que ella dice 'Pero Jaimito, ¡ése no es mi ombliguito!' para poder decirle con mirada más que arrobada 'Es que, Señorita, ¡éste tampoco es mi dedito!'.

Lastimosamente, ello nunca no se dio, merced a la infame intervención de un pusilánime ganapán, quien en apenas seis meses destruyó todas las ilusiones del joven poeta, al llevar al altar al objeto de sus amores y de todos sus deseos. Nunca se supo más de ella.

Durante el luto de su ausencia fue compuesto este vibrante estribillo, definitivamente escrito de pica, de rabia y pena. Y aunque su madre le decía que no era buena, cuentan que hasta hoy en las noches de luna nueva el autor todavía recita "¡Yo la quiero aún, patita!".