- Entonces, ¿conoces a Daniel? -pregunta-
- Sí. Estamos en la misma clase -respondo-
- Dale mis saludos -me dice-
- ¿Y de parte de quién le mando los saludos? -(es lo primero que se me ocurre)-
- De Alejandra.
- Le voy a decir -contesto- ¿De Alejandra qué...?
- De Alejandra nomás. Él ya sabe.
- 'Tá bien. Mañana le digo.
- Chau, ya entro a mi clase.
- Chau. ¡Espera! ¿estás en qué ciclo?
- ...
Bajando por la Arequipa hay tres cuadras hasta el Óvalo. Una más, chiquita, hasta la esquina donde está el 'Aeropuerto'. Pago y me entregan las salchipapas en una bolsa de plástico, dos palitos de dientes. Rocío todo con ají, mayonesa, mostaza y ketchup. Zarandeo la bolsa para que todo se mezcle. Queman y pican: están ricas. Pongo el cuaderno de inglés bajo el brazo y enfilo despacio, alargando el camino hacia Larco una, dos, tres cuadras. En la esquina de Diez Canseco me detengo porque de los parlantes de la tienda Héctor Rocca sale una canción bacán. ¡Pica!, pienso, pepa de ají. Veo el afiche en la vitrina: 'Chicago VII'. Veinticinco soles cuesta el longplay. Salchipapas, tres cincuenta, pienso, saldría como ocho regresos desde el Cultural. Alejandra, pelo rubio y rizado, ojos verdes. Miro mi reflejo sobre el vidrio, suspiro. Alejandra, ¡quién pudiera!, pienso, bonita canción, bacán, bacán. Merely by chance, very unsuspected, you caught my heart, unprotecting me, el IPod suena mientras sigo caminando, Larco abajo. Ahora les llaman vinilos, pienso, lo que era bacán ahora es chévere. Alejandra, pienso. MP3, pienso, chévere, bacán, chévere, Alejandra.
- ¿Cómo te fue hoy? -me dice ella-
- Ahí, bien... -contesto, poniendo el saco en el perchero- ¿Y a ti?
- Bien, también -dice- Estás resoplando, ¿qué pasó, viniste caminando?
- Sí. Caminé desde el Óvalo, por Larco y hasta acá.
- ¿Alguna novedad?
- No. Nada. Ninguna. Sólo que me acordé de Alejandra... -sonrío-
- ¿De Alejandra?... ¿Y quién es Alejandra?
- No, nadie. O mejor dicho, sí -me arreglo la camisa-. Alejandra era la enamorada de un chico que estudiaba conmigo en el Colegio y que conocí una vez en el inglés, cuando yo iba al Cultural. Me acordé hoy, justo. Oye... ¡cómo ha cambiado Miraflores!, ¿no?
- Tú siempre con tus cosas raras. ¿Vas a escribir sobre eso?
- Quién sabe... ¿ya vamos a comer?
- En dos minutos, amor. Preparé salchipapas.
- Sí. Estamos en la misma clase -respondo-
- Dale mis saludos -me dice-
- ¿Y de parte de quién le mando los saludos? -(es lo primero que se me ocurre)-
- De Alejandra.
- Le voy a decir -contesto- ¿De Alejandra qué...?
- De Alejandra nomás. Él ya sabe.
- 'Tá bien. Mañana le digo.
- Chau, ya entro a mi clase.
- Chau. ¡Espera! ¿estás en qué ciclo?
- ...
Bajando por la Arequipa hay tres cuadras hasta el Óvalo. Una más, chiquita, hasta la esquina donde está el 'Aeropuerto'. Pago y me entregan las salchipapas en una bolsa de plástico, dos palitos de dientes. Rocío todo con ají, mayonesa, mostaza y ketchup. Zarandeo la bolsa para que todo se mezcle. Queman y pican: están ricas. Pongo el cuaderno de inglés bajo el brazo y enfilo despacio, alargando el camino hacia Larco una, dos, tres cuadras. En la esquina de Diez Canseco me detengo porque de los parlantes de la tienda Héctor Rocca sale una canción bacán. ¡Pica!, pienso, pepa de ají. Veo el afiche en la vitrina: 'Chicago VII'. Veinticinco soles cuesta el longplay. Salchipapas, tres cincuenta, pienso, saldría como ocho regresos desde el Cultural. Alejandra, pelo rubio y rizado, ojos verdes. Miro mi reflejo sobre el vidrio, suspiro. Alejandra, ¡quién pudiera!, pienso, bonita canción, bacán, bacán. Merely by chance, very unsuspected, you caught my heart, unprotecting me, el IPod suena mientras sigo caminando, Larco abajo. Ahora les llaman vinilos, pienso, lo que era bacán ahora es chévere. Alejandra, pienso. MP3, pienso, chévere, bacán, chévere, Alejandra.
- ¿Cómo te fue hoy? -me dice ella-
- Ahí, bien... -contesto, poniendo el saco en el perchero- ¿Y a ti?
- Bien, también -dice- Estás resoplando, ¿qué pasó, viniste caminando?
- Sí. Caminé desde el Óvalo, por Larco y hasta acá.
- ¿Alguna novedad?
- No. Nada. Ninguna. Sólo que me acordé de Alejandra... -sonrío-
- ¿De Alejandra?... ¿Y quién es Alejandra?
- No, nadie. O mejor dicho, sí -me arreglo la camisa-. Alejandra era la enamorada de un chico que estudiaba conmigo en el Colegio y que conocí una vez en el inglés, cuando yo iba al Cultural. Me acordé hoy, justo. Oye... ¡cómo ha cambiado Miraflores!, ¿no?
- Tú siempre con tus cosas raras. ¿Vas a escribir sobre eso?
- Quién sabe... ¿ya vamos a comer?
- En dos minutos, amor. Preparé salchipapas.
('Happy Man', Chicago, "Chicago VII", 1974)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario