[Namaste: 'Honro el lugar en que estás, donde todo el universo reside. Honro el lugar en ti, donde reposa tu amor, tu luz, tu verdad y belleza.']
Querida NOelia:
¿Recuerdas aquella nuestra última tarde en casa de Keshav?. Habían puesto las hojas de plátano en el suelo y el cocinero pasaba echando sobre ellas cucharones de jyona que manchaba luego con esa salsa chatanmari, tan rica. Vimos las filas de esos centenares de pobres a los que él alimenta a diario, santiguarse y comer sólo usando las manos. Entonces me miraste, tomaste con la tuya un puñado de arroz de tu hoja y...
[Comer de tus manos, la comida hecha una bendición puesta en mi boca por tu mano solícita y tibia: sentir el roce de arroz sobre los labios, el tufo fragante, el sabor dulce en la lengua, masticarlo con dedicación infinita, percibir la dicha por el solo hecho de tú estar ahí, alimentándome. Bajar los ojos y ver tus manos húmedas y, con cuidado, llevarme tus dedos a la boca, sentir tu calor. Y que me hayas sonreido como si fuera parte de ti, como siendo tu extensión más implícita. Dicha. Paz. Dicha. Tú.]
Hace mucho frío aquí en West Haven cuando termina de nevar. Sólo quería decirte que me acordé de esa tarde y de cuánto ello y esta enorme distancia me han hecho comprender, dolorosamente, que sí, que pudimos haber merecido una felicidad completa y servida en una hoja de plátano... Como ese jyona en casa de Keshav, en Nepal, cuando estábamos tan cerca.
Un beso,
No.
¿Recuerdas aquella nuestra última tarde en casa de Keshav?. Habían puesto las hojas de plátano en el suelo y el cocinero pasaba echando sobre ellas cucharones de jyona que manchaba luego con esa salsa chatanmari, tan rica. Vimos las filas de esos centenares de pobres a los que él alimenta a diario, santiguarse y comer sólo usando las manos. Entonces me miraste, tomaste con la tuya un puñado de arroz de tu hoja y...
[Comer de tus manos, la comida hecha una bendición puesta en mi boca por tu mano solícita y tibia: sentir el roce de arroz sobre los labios, el tufo fragante, el sabor dulce en la lengua, masticarlo con dedicación infinita, percibir la dicha por el solo hecho de tú estar ahí, alimentándome. Bajar los ojos y ver tus manos húmedas y, con cuidado, llevarme tus dedos a la boca, sentir tu calor. Y que me hayas sonreido como si fuera parte de ti, como siendo tu extensión más implícita. Dicha. Paz. Dicha. Tú.]
Hace mucho frío aquí en West Haven cuando termina de nevar. Sólo quería decirte que me acordé de esa tarde y de cuánto ello y esta enorme distancia me han hecho comprender, dolorosamente, que sí, que pudimos haber merecido una felicidad completa y servida en una hoja de plátano... Como ese jyona en casa de Keshav, en Nepal, cuando estábamos tan cerca.
Un beso,
No.
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