Una noche hubimos de soñar lo mismo. Dormida, tocaste mi cabeza con la tuya y la conexión fue inevitable. Estábamos en el subte y, entre el tumulto y el ruido, apenas te oía hablar. Tomaste la cámara de fotos cuando llegábamos a una estación y de pronto volteaste diciendo "¡Eso es!... ¿sientes el olor?". ¡Click!.
Ayer tarde me dolía terriblemente el hombro izquierdo (no sé quién me manda a hacer ciertas cosas). Busqué algo con qué frotarme entre las cosas de mi cajón y, revolviéndolo todo, surgió una foto amarillenta. La volteé, reconociendo tu inequívoca caligrafía de niña chiquita; habías puesto "Me gusta el olor a madera de estos vagones. Ojalá no los cambien nunca".
En un arrebato inexplicable fui hasta la mesa donde tengo el computador y lo encendí. Entré a la web apresuradamente y cliqueé para ir a la dirección donde Carlos aloja su blog. Leí.
"Me gustó el olor a madera de estos vagones." -decía- "Ojalá no los cambien nunca".
Fue entonces cuando también tú empezaste a dolerme.
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1 comentario:
..."y si, si me gustan los vagones de la linea "A"...
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